Yo fui testigo del Big-Bang de la radiología

Eduardo González Toledo (Profesor de Radiología y Neurología, Escuela de Medicina de la Universidad del Estado de Louisiana (LSU)

Cuando ingresé al Servicio de Neurocirugía del Hospital Rawson accedí al mundo de la Radiología.

Durante mi tiempo de concurrencia, aprendí a operar el craneógrafo, que estaba ubicado en la misma sala. Los neurocirujanos, en ese entonces, hacían su propia radiología, especialmente la contrastada.

Ingresé a la Residencia de Neurocirugía del Profesor Dr. Juan Carlos Christensen al año siguiente de su fundación, pero como tendría de Instructor al Profesor Dr. David A. Parvis, neurorradiólogo, mi formación se vio profundamente influida por su campo y se convirtió en algo decisivo en mi carrera.  En ese entonces había tres neurorradiólogos: David A. Parvis, Oscar Zamboni y Gustavo Schuster. Tuve relaciones académicas con los tres, con el Dr. Parvis,  porque era mi Instructor en la residencia, con el Dr. Zamboni, porque era el neurorradiólogo en el Hospital Ramos Mejía, en la Cátedra de Neurología del Profesor Gustavo Poch, donde roté en mi Residencia y,  con el Dr. Schuster, porque era  neurorradiólogo, en el Servicio del Profesor Dr. Raúl Carrea, en el Hospital de Niños, donde también roté en mi Residencia.

El Hospital General de Agudos Guillermo Rawson de Buenos Aires era un gran centro asistencial con pabellones, como los antiguos hospitales europeos, con 1400 camas. Era, además, un gran centro docente en donde enseñaron grandes figuras de la medicina y la cirugía. Allí funcionaba la Escuela Quirúrgica para graduados dirigida por el Profesor Ricardo Finocchieto, el Instituto Modelo de Clínica Médica donde el Dr. Agote realizó la primera transfusión de sangre.

Por la mañana, se llevaban a cabo las cirugías y los estudios radiológicos y, por la tarde,  después del almuerzo, nos reuníamos con el Dr. Parvis para analizar los  estudios. La mayoría eran angiografías, algunas neumoencefalografías, mielografías, ventriculografías y placas simples.

Rotábamos por Neurorradiología y efectuábamos los estudios contrastados. Las angiografías se hacían por punción directa, en las arterias carótida, vertebral o  subclavia.

Cuando cursaba mi tercer año de residencia me llamó el Dr. Christensen a su despacho y me dijo “A ti que te gusta la física debes ir a ver al Dr. Soto, porque me pidió a alguien para hacer Medicina Nuclear”.

El Profesor Dr. Roberto Soto era el Jefe de Endocrinología y Medicina Nuclear en el Instituto Modelo de Clínica Médica. Tenía un Servicio con tecnología de punta y estaba desarrollando las diferentes secciones en la Medicina Nuclear. Contaba además con una matemática y dos físicos. Es así que nos ocupábamos de las diferentes especialidades. La Dra. Inés Rozados,  en endocrinología, la Jefa y la más experimentada, la Dra Glodstein, en hematología, el Dr. Caride en gastrointestinal y yo,  en ciencias neurológicas. Cuando me entrevisté el Dr. Soto, que era el Director de las Residencias Médicas, me mandó a la Comisión Nacional de Energía Atómica,  al Curso de Metodología y Aplicación de los Radioisótopos. Dirigido por la Dra. Josefina Rodríguez, el curso llevaba 3 meses con dedicación exclusiva y, se llevaba a cabo,  en el edificio de la Avenida Libertador. Se abrió para mí, el mundo de la física atómica con cálculos de vidas medias, blindaje, estudios de estadística y cómo realizar cálculos con las reglas de cálculo, ahora desaparecidas, pero que le significaron no aprobar el curso a más de uno. El examen final era teórico práctico.

Aprobado el curso, volví con  Dr. Soto,  quien me felicitó y me dijo: “En la biblioteca está el Journal of Nuclear Medicine. Leélo. Así me pasé un tiempo hasta que me llamó y me preguntó: “¿ Que es lo más avanzado que se usa para centellografía de cerebro?”,  le contesté: “El Indio 113”. “Bueno-me dijo- en el laboratorio tenés un generador de Indio 113”.  Así fui el primer médico, por bastante tiempo, en usar radioisótopos de vida media corta para el estudio del cerebro. Posteriormente, llegó una Cámara Gamma (no había ninguna en el ámbito privado) y, entonces,  tuve mis generadores de Tecnecio 99. Ya estaba en el último año de la residencia y,  a la mañana operaba y,  a la tarde,  hacía estudios de medicina nuclear para el Hospital y,  me derivaban de todos los Hospitales Municipales. Fué entonces,  que fundé el Centro de Medicina Nuclear en el Hospital Francés, en el Centro Neurológico, apoyado por su Director,  el querido Profesor Alfredo Thomson. Fue el centro designado por la Comisión Nacional de Energía Atómica,  para realizar la práctica requerida después del Curso al que asistí y aprobé.

En el Congreso Rioplatense de Neurología en Montevideo di una Conferencia sobre Medicina Nuclear en Neurología. El Profesor Azambuja, neurorradiólogo formado en Suecia (la cuna de la Neurorradiología) y maestro de los Dres. Parvis y Zamboni, presentó una nueva modalidad radiológica: la Tomografía Computada. El EMI Scanner. EMI (Electro Musical Instruments, compañía de los Beatles) financió a Geoffrey Newbold Hounsfield para la construcción de este tomógrafo. Era un tomógrafo de cabeza, ya que ésta estaba rodeada por una bolsa de agua, porque los valores de referencia eran tomados del agua. Allí, en ese mismo Congreso, estaba el Prof. Raul Carrea, una eminencia de la Neurocirugía pediátrica, con quien roté, como ya dije anteriormente.

Al volver a Buenos Aires, tanto el Dr. Carrea como yo, nos pusimos a la tarea de traer un EMI-Scanner.

El Dr. Carrea lo trajo con la colaboración de FLENI (la Fundación que él creó). Yo estaba en el mismo camino, pero llegó a mis manos una publicación sobre el ACTA-Scanner (Automatic Computerized Transverse Axial). Fue inventado por Robert Ledley, de la Georgetown University. Como los valores de referencia estaban tomados del aire,  era este un tomógrafo de cuerpo entero. Allí mismo, desde el Hospital Francés, llamé al Dr. Ledley por teléfono (algo temerario en aquellos años), pero el Dr. Ledley me atendió personalmente y me explicó su sistema y quedó en enviarme literatura.

Mientras buscaba inversores interesados, descubro que Siemens representaba un tomógrafo de cuerpo entero : el Delta Scan 50. Un grupo de personas se reunió y dio cada uno su aval para el Proyecto. El entonces Presidente del Banco de Bragado, el embajador Tedín Uriburu y  el comodoro Huerta lideraban el grupo. Los médicos que estábamos en el Proyecto éramos,  el Dr. Juan Carlos Szelagowski, neurocirujano, el Dr. Juan Carlos Martínez, especialista en Medicina Nuclear, y yo.

Decidimos poner el equipo en el Hospital Francés, un Hospital de Comunidad donde yo ya había fundado el Centro de Medicina Nuclear. Allí se formaron varios especialistas, tanto médicos como técnicos. Viajé por todo el país dando charlas sobre la tomografía computada y, el Centro del Hospital Francés estuvo en la portada de diarios y revistas de latinoamérica.

Presentamos trabajos en congresos internacionales ya que contábamos, en ese entonces,  con tecnología de avanzada.

Nuevamente,  en un Congreso en Punta del Este, mientras desayunaba, un inglés me pide permiso para sentarse conmigo. Era el Dr. Young, pionero de la resonancia magnética en Inglaterra. Me mostró la resonancia de un dedo y me dejó maravillado. Al volver a  Buenos Aires, fui a la Facultad de Farmacia y Bioquímica y conseguí, que un especialista en resonancia magnética, fuera al Hospital Francés a darnos clases de física de la resonancia.

Mientras tanto, en el Congreso de la Radiological Society of North America, no había ni mención del método.  Aparece, después de 2 años, un primer resonador construido por Raymond Damadian, a quien conocí personalmente y lo traje a dar una conferencia en LSU.

A través de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, la firma Bruker, productora de magnetos, me invita a Alemania, donde estaban desarrollando un prototipo de resonador. Los físicos me mostraban las imágenes y yo les ponía los nombres anatómicos. Les decía que la anatomía era perfecta. Me hicieron una resonancia magnética de mi cerebro.

Fue una ardua tarea conseguir inversores para traer un resonador a la Argentina. Todos pensaban que nada podía superar a la  tomografía. Tiempo después, me llamó un amigo del Colegio de Neurocirujanos, el Dr. Alberto Eurnekian. Quería saber qué era la Resonancia Magnética y cómo se accedía. Nos reunimos en un café y se entusiasmó con la idea.

Compró un resonador de ”Instrumentarium“ , fábrica de Finlandia y allá fui,  a Helsinki a entrenarme y al poco tiempo comencé con la resonancia en nuestro país. El ingeniero, que mantenía al resonador,  era el Ingeniero Gutiérrez, hijo del ex-Presidente de la SAR (Sociedad Argentina de Radiología), Dr. Tomás Gutiérrez.

En los Estados Unidos propulsé el uso de la resonancia magnética de avanzada: reconstrucción de la corteza cerebral con segmentación y medida del espesor cortical, tensores de difusión, resonancia funcional en estado de reposo, espectroscopía con resonancia magnética con obtención de las concentraciones de los metabolitos en milimoles. Siguiendo un camino ya empezados en el Hospital Moyano apliqué estos métodos a la Psiquiatría, especialmente a la Psiquiatría Forense. El mismo patrón se popularizó en la evaluación de los síndromes post traumáticos, considerados por muchos como cambios psicológicos sin base orgánica.

Ahora mi interés esta enfocado en la inteligencia artificial y en el uso de las haces focalizados de ultrasonido para tratar el temblor esencial.

Muchas anécdotas pasan por mi mente de cada una de estas etapas, pero quedarán en mi memoria, para contarlas en forma completa, quizás en un libro.